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viernes, 10 de octubre de 2014

ESPOLINCANDO NO SERÁN



La savia de la hoja se agotó
convencida de la inútil estupidez de la fotosíntesis…

Pasé de puntillas con las palabras a tu lado para no despertar. Pensé, y no pude llegar a ninguna conclusión. Sabía que tenía que estructurar una parte del pensamiento simplemente en el pensamiento. La conciencia me reclamó por ser tan poco selectivo con el gusto y la razón. Pero entonces allí llegaste tú. Y en la habitación de al lado tomamos silla. La luz tenue de la habitación aportaba la luz suficiente para podernos ver sin apreciarnos demasiado. El reloj ya no se podía escuchar porque se había olvidado del tiempo. Y desde allí parecía que el mundo se había puesto del revés. Sería la intolerancia de los momentos críticos con los tiempos pasados…? Ese paraíso de mentiras que se nos mostraba a través de aquella ventana y que nos pretendía confundir.
Bebimos y nos miramos. Comenzamos a sonreír. Era el contorno de las cosas. La silueta de los sentimientos. El agujero de la discordia que tenía lugar dentro de mí; entre el propósito de hacer lo que uno dice, y la realidad de lo que uno hace, cuando se acalla y aplaca la imposición de la valentía, que se rebela en contra de todo, mayormente de mí…
Él me mira. Él sonríe. La experiencia le aporta sabiduría y tranquilidad. Maduramos por nuestros silencios y no por nuestros años. Y entonces pretendemos adaptar la realidad de las cosas a lo que pretendemos que sea la realidad para nosotros, a nuestra realidad. Él me pregunta. Yo no contesto. Sus palabras atrapan a mi cordura en el alambre de la incertidumbre. Y abrimos la ventana para poder ver, para poder apreciar mejor. Suena un trueno en el cielo de aquella habitación. Cerramos los ojos, y miramos al mundo y a la nada. Allí estaba todo. Preparamos la huida. Desestimamos el valor como prueba de fidelidad. Nos miramos a los ojos. Nos sentimos dios otra vez. Era la ternura y el calor de aquellas noches de finales de agosto. El aliento que presiona y extraña aquello que no duele. Los días que se nos escapan como si no sucediese nada. Pero la vida es ese juego. Ese pequeño pedazo de todos nosotros que se confunde eternamente con la memoria y los recuerdos…
Me levanto. Siento como el frío de mi soledad esculpe lentamente el vacío de mi alma añorando todo aquello que se fue y que ya no está. Aunque tú sigues ahí, amigo, donde siempre has estado, dando luz a la luz y color a la oscuridad que nos pretenden imponer.
Paso despacio y de puntillas a tu lado, porque ya el sueño está durmiendo, y no lo quiero despertar. Qué o quién pintó el agujero que separa lo que tú haces de lo que yo pienso que tú estás haciendo?
Me columpio en el recuerdo de las palabras y me aferro en el ansia de las que te podré seguir escuchando para poder entender. Seguro que algún día podré comprender algo, tan solo un poco…
Caminamos juntos por ese pasillo donde dejamos colgados nuestros sentimientos. Pronunciando las burbujas del agua, para poder saber que mojan, y que dicen nuevamente gracias amigo, gracias… (…Pepe de Quiroga…)


SERAN-VENCELLO


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