La savia de la hoja se
agotó
convencida
de la inútil estupidez de la fotosíntesis…
Pasé de puntillas con
las palabras a tu lado para no despertar. Pensé, y no pude llegar a
ninguna conclusión. Sabía que tenía que estructurar una parte del
pensamiento simplemente en el pensamiento. La conciencia me reclamó
por ser tan poco selectivo con el gusto y la razón. Pero entonces
allí llegaste tú. Y en la habitación de al lado tomamos silla. La
luz tenue de la habitación aportaba la luz suficiente para podernos
ver sin apreciarnos demasiado. El reloj ya no se podía escuchar
porque se había olvidado del tiempo. Y desde allí parecía que el
mundo se había puesto del revés. Sería la intolerancia de los
momentos críticos con los tiempos pasados…? Ese paraíso de
mentiras que se nos mostraba a través de aquella ventana y que nos
pretendía confundir.
Bebimos y nos miramos.
Comenzamos a sonreír. Era el contorno de las cosas. La silueta de
los sentimientos. El agujero de la discordia que tenía lugar dentro
de mí; entre el propósito de hacer lo que uno dice, y la realidad
de lo que uno hace, cuando se acalla y aplaca la imposición de la
valentía, que se rebela en contra de todo, mayormente de mí…
Él me mira. Él sonríe.
La experiencia le aporta sabiduría y tranquilidad. Maduramos por
nuestros silencios y no por nuestros años. Y entonces pretendemos
adaptar la realidad de las cosas a lo que pretendemos que sea la
realidad para nosotros, a nuestra realidad. Él me pregunta. Yo no
contesto. Sus palabras atrapan a mi cordura en el alambre de la
incertidumbre. Y abrimos la ventana para poder ver, para poder
apreciar mejor. Suena un trueno en el cielo de aquella habitación.
Cerramos los ojos, y miramos al mundo y a la nada. Allí estaba todo.
Preparamos la huida. Desestimamos el valor como prueba de fidelidad.
Nos miramos a los ojos. Nos sentimos dios otra vez. Era la ternura y
el calor de aquellas noches de finales de agosto. El aliento que
presiona y extraña aquello que no duele. Los días que se nos
escapan como si no sucediese nada. Pero la vida es ese juego. Ese
pequeño pedazo de todos nosotros que se confunde eternamente con la
memoria y los recuerdos…
Me levanto. Siento como
el frío de mi soledad esculpe lentamente el vacío de mi alma
añorando todo aquello que se fue y que ya no está. Aunque tú
sigues ahí, amigo, donde siempre has estado, dando luz a la luz y
color a la oscuridad que nos pretenden imponer.
Paso despacio y de
puntillas a tu lado, porque ya el sueño está durmiendo, y no lo
quiero despertar. Qué o quién pintó el agujero que separa lo que
tú haces de lo que yo pienso que tú estás haciendo?
Me columpio en el
recuerdo de las palabras y me aferro en el ansia de las que te podré
seguir escuchando para poder entender. Seguro que algún día podré
comprender algo, tan solo un poco…
Caminamos juntos por ese
pasillo donde dejamos colgados nuestros sentimientos. Pronunciando
las burbujas del agua, para poder saber que mojan, y que dicen
nuevamente gracias amigo, gracias…
(…Pepe de Quiroga…)
SERAN-VENCELLO
No hay comentarios:
Publicar un comentario